SEMILLAS QUE CRUZAN OCÉANOS

En Setiembre del 2019 tuve la chance de cruzar el océano y llevar el Arte Espiritual Andino hacia Europa, como muchos de mis maestros han hecho anteriormente.
De hecho, los Paqos, hombres y mujeres del camino sagrado andino, son viajeros que portan consigo una bolsa llena de semillas. Semillas de experiencia, de sabiduría, de sanación y de cariño. Aquí en los Andes la geografía no es broma, hay que tener piernas firmes, pulmones grandes y corazones con un buen torque para llevarse a través de caminos, aguas y cuevas. Pero los paqos lo vienen haciendo hace miles de años, es parte de la geometría de su camino. Y como el viento que arrastra la semilla, portan consigo el mensaje de la felicidad, la presencia y la abundancia.
¿Por qué viajan tan lejos?¿Por qué regalan su tiempo? ¿Por qué entregan sus secretos a culturas tan distintas a la propia? ¿Por qué no guardar esas semillas para sí mismos y su gente?
Porque en el ande se sabe guardar y cuidar de las semillas y sus frutos; y desde antes de los Inkas, cuando a alguna comunidad le faltaba comida, siempre había otra que había reunido de más para compartirla. Esta es la ley del Ayni, ser recíprocos con todos, y recibir esa reciprocidad del todo.
Hoy en día los Paqos y el Arte Espiritual Andino tienen un excedente de conocimiento sobre el contacto profundo con la tierra y sus elementos, sobre ser humanos en este cosmos; y la comparten generosamente con nosotros que estamos necesitándolo.
Pero una semilla solo se comparte efectivamente una vez que se ha sembrado, cultivado y cosechado varias veces.
Porque ya se ha abierto dentro de la tierra, porque ya ha echado raíces, porque ya ha sido bendecida por el agua y el sol, porque ya ha dado frutos. Por todo esto ya está lista para ser compartida.
Y te pregunto ¿Cuáles de tus semillas están listas?
En la foto aparece el Obi que es la semilla sagrada de la tradición Yoruba del África, trae consigo la energía de todos los ancestros y espíritus sagrados de estos pueblos. Mi querido amigo y maestro Paco Bermúdez, quien la viene cuidando hace décadas, me la entregó en España para que la sembrara en el Ande, y qué mejor lugar que el Ausangate para hacerlo. África en el Ausangate, quién podría creerlo.
Las semillas sí que pueden cruzar océanos.